2008/01/22

> Berria: Espetxeak > OCHO DE CADA DIEZ RECLUSAS DE LA CARCEL DE NANCLARES SUFREN GRAVES PROBLEMAS DE SALUD

  • Ocho de cada diez reclusas de la cárcel de Nanclares sufren graves problemas de salud
  • Un informe esgrime que el sida, la hepatitis y la drogodependencia son cotidianos en el penal. El 95% de las mujeres presas cumple condena por delitos relacionados con el tráfico y consumo de estupefacientes
  • Noticias de Alava, 2008-01-22 # Itxaso Estarrona · Vitoria

Hay pocas excepciones en la cárcel. Hay pocas mujeres de alto standing , pocas con títulos universitarios, y pocas que reciben visitas ordinarias. Y, sobre todo, pocas que no sufren problemas de salud. De hecho, el 80% de las reclusas tiene graves dolencias o trastornos. El sida, la tuberculosis y la hepatitis son compañeros de celda. También la drogodependencia. De hecho, el 95% de las presas cumplen condena por delitos relacionados con el tráfico o consumo de estupefacientes ilegalizados. Es la radiografía de Nanclares, penal en el que en el último mes han muerto dos presas.


Los datos de los problemas de salud en la cárcel se suceden en cascada. Dos de cada tres mujeres han sufrido depresiones; el 25% ha intentado suicidarse; más de la mitad ha perdido visión desde que ingresó en la cárcel. Es parte del diagnóstico que muestra el último informe de la Asociación de Ayuda al Preso, Salhaketa. Un documento, éste, elaborado a partir de una exhaustiva investigación financiada por el Gobierno Vasco y que, aunque se llevó a cabo hace cuatro años, muestra una realidad que lejos de mejorar, "ha empeorado progresivamente".


El informe desgrana el dolor en cifras inquietantes: dos de cada tres reclusas padecen mareos y dolores de estómago. Una de cada dos asegura haber sufrido vómitos y fiebre en los últimos meses de su estancia en Nanclares. Y una de cada cuatro soporta molestias vaginales, dificultades para orinar o diarreas. Pero de poco sirve hablar de síntomas, o patologías sin reparar en quién las padece. Y en esto, el contorno es similar en los retratos de la mayoría de reclusas que han pasado por alguna de las 60 camas del módulo de mujeres de Nanclares. Siete de cada diez están en una celda por haber traficado con drogas ilegales. Otro 25% ha cometido delitos contra la propiedad -hurtos o intentos de robo-, asociados al consumo de estupefacientes. Todo, en un contexto que, según señala Salhaketa, se sostiene en "un circuito de criminalidad controlado por hombres".


No se trata, generalmente, de mujeres provenientes de familias en la cúspide de la escala social. En el 80% de los casos, el nivel de ingresos en su hogar era menor a 900 euros al mes. Tal y como se desprende del informe, quizá ésta sea la razón de que en el 73% de los casos las ayudas familiares sean "prácticamente inexistentes". No sólo el apoyo económico; también el soporte afectivo es frágil: al contrario que en el caso de los hombres, "llama la atención la gran cantidad de mujeres que nunca reciben visitas". En este sentido, no es desdeñable que una de cada tres reclusas sea extranjera.


Ellas, por su parte, a menudo se ven abocadas a renunciar a cuidar de los suyos. La mitad de las madres con hijos menores de 14 años "se ve privada del derecho a su crianza". En estas circunstancias se talla un "enormes sentido de culpabilidad", que señala la abogada de Salhaketa, Marta Aldanondo.


Eso sí, por una u otra razón, lo cierto es que las mujeres tienen un índice de reincidencia menor que el de los hombres -el 52% solo ha ingresado en prisión una vez-, y la mitad realiza algún tipo de estudios en la cárcel. En la mayoría de los casos, se trata de cursos para obtener el graduado escolar o un título de FP, dado que el 25% de las presas no tiene estudios -de ellas, un 15% son analfabetas-, y otro 50% cuenta sólo con estudios primarios.


Cumplen condena en Nanclares, una cárcel que se fumiga cada 45 días, en la que "algunas presas duermen con una fregona metida en la taza del water de la celda -de tres por cuatro metros-, para que no salgan las ratas por la noche", según relata el portavoz de Salhaketa, César Manzanos. Hablamos, tal y como señala el sociólogo, "de una población enferma sometida a un régimen de vida donde los riesgos de infección, reinfección y contagio son mayores que en condiciones normales".

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