2008/01/17

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  • “ATM: ¡A toda Máquina!”, la primera película gay de México
  • Filmeweb, 2008-01-17 # Fernando Díaz Juárez

Pedro Infante y Luis Aguilar, dos reconocidas personalidades que llevaron al cine mexicano a la cumbre del éxito. Fueron ellos quienes gracias a su inolvidable carisma, interpretaron innumerables papeles en el celuloide nacional: desde el típico charro testarudo, macho y valiente (“Soy charro de rancho grande”, 1947), hasta el hombre que se avergüenza de sus orígenes humildes (“Primero soy Mexicano”, 1950).


Sin embargo, de entre sus múltiples filmes, ambos serán recordados por dar vida a Pedro Chávez Pérez y Luis Macías respectivamente en “A.T.M. ¡A toda Máquina!” (1951), cinta de la que tal vez pocos imaginen su trasfondo gay. Sí, ni mi abuela, que adaptó sus costumbres y forma de pensar al pasado siglo y al actual, pudo dar crédito a semejante “coincidencia” cinematográfica.


En la cinta, los actores interpretan a dos motociclistas: hombres bien parecidos, varoniles y poseedores de un poblado mostacho (signo indiscutible que caracteriza al macho mexicano), quienes comparten acrobacias, canciones, una “amistad” a prueba de todo y desde luego, el amor de una mujer.


Todo inicia cuando Luis levanta a un pordiosero, es decir, a Pedro, y lo lleva a su casa. Aquí el primer cuestionamiento: ningún hombre, a menos que tenga un enorme alma caritativa, aloja a otro en su departamento, y mucho menos si vive solo.


También es evidente la preocupación mutua que se tienen, en especial cuando uno anda de parranda y el otro no durmió por saber qué le pasó al que no llegó: “¡Qué bonitas horas de llegar. Uno aquí sin pegar el ojo toda la noche por la preocupación de que algo le hubiera sucedido!”, le reclama Luis a Pedro, como si un compromiso matrimonial los uniera.


Claro, son muy vanidosos para la época (si vivieran, definitivamente, serían metrosexuales), y todo el tiempo se están celando. Pedro hurta la agenda de Luis y llama a todas sus “prospectos”, las junta y entonces se desata un zafarrancho; el propósito es que se quede con ninguna. ¿Para qué?, se preguntarán algunos, a menos que exista un sentimiento afectivo cuyo nombre no es precisamente el de amistad.


Por si eso fuera poco, se bañan juntos; no comparten la misma regadera, sino que lo hacen por separado y en el mismo cuarto de baño, pero aún así cantan, platican muy a gusto y cuando terminan o recién se levantan, se visten uno enfrente del otro.


Tal vez, de manera “inconsciente”, estas situaciones aderezadas con una “sutil” connotación homosexual, hayan hecho que la película sea una de las favoritas para proyectarse en diversos festivales de cine gay, como el de San Francisco, Los Ángeles, o Londres, por mencionar algunos;


Incluso, para sorpresa de unos y admiración de otros, la cinta forma parte de enciclopedias o diccionarios especializados en cine de temática gay.


Dicho sea de paso…
A diferencia de muchos otros actores de la época del Cine de Oro, Pedro Infante será recordado por ser una de las máximas presencias masculinas de México y otras latitudes del mundo; también por sus inolvidables canciones (¡cómo no evocar al amor con “Cien años”!), que lo llevaron a ser uno de los más grandes vendedores de discos después de medio siglo de su muerte.


Este “cara de chofer”, (mi abuela se enfureció cuando lo supo), como lo llama José Emilio Pacheco en “Las batallas en el desierto”, es tan popular como al principio. Tiene miles de admiradores y seguidores que no dejan de ver ni de comprar, ahora remasterizadas y en formato digital (¡qué diría Pedro si viviera!) sus más clásicas películas.


  • Tres cosas que casi nadie sabe sobre Pedro Infante:
  • 1. Su primera aparición en el cine fue en “En un burro tres baturros”, cortometraje muy poco conocido.
  • 2. El “Pedro Chávez Special”, “postre” que figura precisamente en “¡A toda máquina!”, está hecho a base de purgante, pasta para dientes, aceite de ricino y Ace.
  • 3. Chachachá y ricachá, así como mambo, fueron algunos de los ritmos modernos de la época que alcanzó a bailar en “Escuela de vagabundos” y “El gavilán pollero”, respectivamente.

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