2008/01/09

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  • El matrimonio actual
  • Deia, 2008-01-09 # Jorge Ipiña · Bilbao

Tengo 27 años y comienzo a intrigarme por el mundo de las relaciones estables, imaginándome en un futuro en una casa con una mujer e hijos. No es que me encuentre en un estado de melancolía, sino que simplemente me dejo llevar por la ensoñación de la que participa gran parte de la sociedad. Pero hete aquí que poniendo los pies en polvorosa leo en los periódicos que casi la mitad de los matrimonios se divorcian, y que muchas parejas son infieles, con lo cual me pregunto, ¿qué está pasando?


Y pienso para mis adentros no sin cierta inocencia, no habrán escogido bien el amor de su vida, eso a mí no me pasará.


Luego me acuesto y al día siguiente recuerdo el derecho civil que estudié en la carrera, y caigo en la cuenta de que en caso de equivocarme en la elección tendré que estar, con cuarenta años en casa de mis padres y dando una parte de mi dinero a mi ex mujer -que se habrá quedado con la tutela de mis hijos y con nuestro piso-, y claro, mi primera reacción es pellizcarme por si es una pesadilla, pero no, es real.


Lo que quiero decir es que, racionalmente, la mejor opción es no casarse, a no ser que se quiera pagar una hipoteca de una casa que no será mía. Así pues si quieren una sociedad en la que haya niños convendría cambiar dos cosas, una el precio de las casas y otra, tratar más equitativamente a los hombres en caso de divorcio, ya que tenemos el mismo derecho y deber que las madres de cuidar de los hijos.


En consecuencia, no quiten siempre la casa al hombre y den la tutela a las madres. Con esto no quiero parecer machista, sino destacar que la sobreprotección en casos inadecuados es tan injusta como la desprotección en la que antiguamente se encontraba la mujer.

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