2008/02/02

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  • Entrevista: K. D. Lang, radiante serenidad
  • Transgresora y segura de sí misma. La vocalista canadiense, que declaró con naturalidad su lesbianismo en el conservador entorno de la música country, vuelve a las canciones propias con su nuevo disco, Watershed, y confirma que no desea encajonarse en ningún género
  • El País, 2008-02-02 # Diego A. Manrique

A miles de kilómetros de distancia, Kathryn Dawn Lang suena ilusionada. Lo confirma: "Sí, aún más de lo habitual cuando saco un disco". Watershed es su primera colección de canciones propias desde que en 2000 lanzó el luminoso Invincible summer. Aunque Watershed se edita en Nonesuch, el sello para música adulta de Warner Music, y eso sugiere que quizás haya cierta inseguridad respecto a su público potencial. Se ríe: "En la industria actual, nadie está seguro de nada". Para las cabezas cuadradas del marketing, K. D. Lang debe resultar una pesadilla: se dio a conocer como exquisita cantante de country estilizado, tuvo fortuna como artista pop, flirteó con la electrónica y hasta ha probado suerte con los standards, grabando a dúo con Tony Bennett. Para ella, tal eclecticismo no supone conflictos: "Soy una intérprete que va cambiando de trajes, en lo musical y en lo indumentario. Es verdad, me encanta vestirme. Si empecé con el country fue por cuestión estética: me gustaban los trajes vaqueros. Luego, sí me enamoré de su simplicidad comunicativa. En realidad, nunca seguí la ortodoxia: mi primer grupo [The Reclines] era más rock que Nashville".


Aunque Canadá tiene una rica tradición country, Lang planteaba problemas en Nashville. Su look andrógino y su distanciamiento irónico rompían moldes en la llamada Music City. Hasta que grabó al lado de Roy Orbison y salió con la cabeza bien alta. Sus directos confirmaron el poderío de su voz y su control interpretativo. Finalmente, podía ser más country que los nativos: para Shadowland (1988), logró que abandonara su retiro Owen Bradley, el muy legendario productor de su adorada Patsy Cline. "Fue una experiencia instructiva el trabajar con Owen en su famoso estudio del granero. Como él, creo en la vieja escuela: dar prioridad a la emoción de la canción sobre el sonido que está de moda, lo que piden las emisoras".


Conquistado el establishment de Nashville, K. D. Lang se ganó el cariño del público vaquero más allá de lo previsible. De hecho, cuando hubo una ruptura, no ocurrió cuando ella se reconoció lesbiana sino cuando adoptó posturas militantes con sus creencias vegetarianas. "Eso me enseñó que es una gente mucho más flexible de lo que dicen los políticos conservadores. Una gente que puede aceptar que una artista se desvíe de la moral establecida pero que no tolera que vaya contra su bolsillo. Su economía, en muchos Estados, se basa en la ganadería. Para ser sinceros, pasó algo similar en mi pueblo".


Su pueblo es Consort, en la provincia de Alberta. Aunque ella haya seguido la ruta de tantos cantautores canadienses, rumbo a California, sigue defendiendo la diferencia de su país. "Siempre se dice que Canadá escogió el orden y que nuestros vecinos prefirieron la libertad. Yo lo veo desde el punto de vista de la justicia social contra el individualismo máximo. Además, ahora puede que haya más tolerancia en Canadá que en la mayoría de Estados Unidos".


Lang realizó un fino homenaje a las canciones de su tierra con Hymns of the 49th parallel (2004). ¿Halló algo específicamente canadiense en las piezas de autores tan diversos como Leonard Cohen, Neil Young, Joni Mitchell o Bruce Cockburn? "Me gusta el tópico de los canadienses como los europeos de América del Norte, al menos en comparación con los estadounidenses. Ayuda que muchos seamos bilingües, en mayor o menor grado: en Watershed he metido un tema en francés". Una pausa. "Me parece que compartimos una sensación de espacio, incluso en la estructura musical. El nuestro es un país poco poblado, donde tenemos una relación respetuosa con la naturaleza". Un inciso para charlar de The Guess Who, el proteico grupo de Winnipeg que manifestó una temprana sensibilidad ecológica con Guns, guns, guns, un alegato contra los excesos de la caza. Y puntualiza: "Algo hay en Canadá que nos empuja a la introspección. Puede que sea una tradición musical algo incestuosa: crecemos escuchando a Leonard o Neil".


Asegura que recibió felicitaciones de todos los compositores presentes en Hymns of the 49th parallel, "con la excepción de Joni Mitchell, como era previsible". Perdón, ¿a qué se refiere? "Joni parece estar convencida de que ella sola llena el cupo de mujeres canadienses en la industria de la música". Puede entenderse -que no justificarse- cierto resquemor. Cuando Joni tenía problemas para grabar (¡y vender!) su música, allí estaba una recién llegada que acaparaba todos los focos. K. D. Lang no se arrepiente de haberse subido al carro del famoseo, estilo Hollywood. "Tenía treinta y pocos años, me requerían de todos los lados y quería divertirme. ¿Quién se va a negar a dejarse afeitar por una Cindy Crawford en traje de baño? [se refiere a la portada de Vanity Fair en 1992]. Era una oportunidad para presentar una imagen poderosa de las lesbianas en el mainstream. Me alegro de haber contribuido a sacarnos del gueto. ¡Ha cambiado tantas cosas! Dentro de unos días me voy a actuar en la fiesta de partida de un crucero por el Caribe para lesbianas. Lo organiza Olivia, una empresa que en los años setenta era una discográfica independiente de ideología feminista. De aquellas semillas crecen árboles hermosos".


¿Ha llegado a temer el convertirse en una lesbiana profesional? Es decir, que su orientación sexual pudiera eclipsar su oficio. "No. Puedo dar ese concierto para Olivia pero no trabajo únicamente para lesbianas o gays. Sí me molestó la frivolidad con que se encaraba el declararse lesbiana a principios de los noventa. Para algunas personas, no voy a decir nombres, olía a opción de carrera, una forma de promocionarse. Yo creo en mantener una imagen coherente, para ofrecer un modelo que sirva a adolescentes que están creciendo en ambientes hostiles. Sé de lo que hablo: yo me enamoré de la esposa de un profesor mío y aquello pudo terminar en desastre".


Durante un tiempo, también parecía que Lang actuaba cara a la galería, lanzando guiños al público enterado: se compró la casa de Hollywood donde se reunían clandestinamente Rock Hudson y Tab Hunter. "Es que, inicialmente, aquello tenía morbo. Ahora me gusta la casa por sí misma, es una construcción rústica con mucho encanto. Allí vivo con mi mujer y tenemos la sensación de estar alejadas del ambiente de Los Ángeles, que efectivamente no es bueno para la creatividad. Tony [Bennett] me aconseja que me instale en un centro urbano, él vive en Manhattan. Pero soy una chica de pueblo, debo procurar que mis perros sean felices y no me adaptaría".


Reconoce haber sufrido una sequía compositiva durante los últimos tiempos: "Como a todos, el 11-S me dejó descolocada. El año antes había sacado mi disco más optimista, Invincible summer. De golpe, no sabía si debía ofrecer consuelo, análisis o escapismo. ¡Bueno, todavía no lo tengo claro! Sí que es cierto que Watershed refleja mi estabilidad amorosa. Y mi inmersión en el budismo, que también ayuda. No, en eso no hago proselitismo".


K. D. Lang se muestra curiosamente reticente en cuestiones musicales, incluso más que en los asuntos personales. Por ejemplo, no quiere especular sobre los mecanismos que llevaron a Keith Richards a plagiar su Constant craving, que reapareció en un tema de los Rolling Stones, Anybody seen my baby. "Bueno... fue hace diez años. Por lo que sé, sólo lo advirtieron cuando ya estaba terminado el álbum, Bridges to Babylon. Fueron caballerosos, me llamaron para explicarse y lo arreglamos. A mí también me salen canciones que se parecen excesivamente a otras. ¿Es algo que escuché el día anterior? Tengo suerte de que siempre haya estado alguien que me ha avisado a tiempo".


Por si acaso, la Lang del siglo XXI evita concentrar su atención en determinados artistas. "Prefiero buscar emisoras de Internet, aunque sean de otros países. Te refrescan los oídos y te evitan caer en la rutina. Mi sueño sería evitar los automatismos, yo deseo sonar fresca. Cada vez me interesa más la espontaneidad, las primeras tomas. He asumido que el proceso de hacer un disco conspira contra esa magia. No quiero pensar cómo sonaría Billie Holiday grabando hoy, puede que terminara pareciéndose a cualquier diva del R & B, asfixiada por la producción".

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