2008/02/20

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  • La falta insustituible del rincón bajo la escalera
  • Noticias de Gipuzkoa, 2008-02-20 # Juan Antonio García Marcos

La exposición en la Ganbara del Koldo Mitxelena es, sin duda, un recuerdo a la penetrante mirada de un hombre dedicado a la más impresionante de las profesiones. La historia de las salas de arte donostiarras quedará marcada por el casi cuarto de siglo (1983-2007) que la Galería Dieciséis permaneció abierta. Los conocimientos y profesionalidad de su director, Gonzalo Sánchez, dieron un nuevo impulso artístico a Donostia.


Corrían tiempos difíciles para nuestra todavía incipiente democracia. Los artistas jóvenes y los que no lo eran tanto, como aquellos pertenecientes a las vanguardias de los 60, encontraron al profesional que hacía falta en la ciudad. Desde un principio destacó por saber lo que se hacía apostando por algunos pintores que hoy se distinguen en el panorama artístico y también lo hizo con algunos otros facilitándoles los primeros pasos en el universo de las galerías. En este mundo donde la relación humana tiene sus inconvenientes, Gonzalo también se encontró, como pago a sus inquietudes y desvelos, con la posterior indiferencia de algunos de ellos.


Su marcada independencia la pudimos apreciar en más de una ocasión. Hizo reiteradas manifestaciones sobre las carencias que nuestra ciudad tenía en lo relativo al arte que en ella se había generado, principalmente durante la segunda mitad del siglo XX. La deuda con dichos artistas sigue hoy latente, y no sabemos por cuánto tiempo más.


En este homenaje se destaca su profesionalidad y en él se encuentran presentes con su obra algunos de los artistas, no todos. Indudablemente, el espacio de la sala de Koldo Mitxelena no permite acoger el gran número de pintores, fotógrafos y escultores que han mostrado su obra en la galería, por lo que esta muestra es el resultado de una mirada escudriñadora y selectiva de un hombre que rara vez se equivocaba en su elección.


Un catálogo que se nos ofrece parco en opiniones sobre la labor de este galerista donostiarra, que abandonó los vientos de levante para enfrentarse a los del noroeste y donde ha dejado grandes amigos en todos los campos de la cultura. Se nota esa carencia.


Una imagen, en la que vemos algo ya ausente en lo cotidiano, esto es, la figura de Gonzalo en su rincón bajo la vieja escalera de la galería, obra de su gran amiga Clara Gangutia, nos deja un recuerdo, un espacio que forma parte de nuestra historia, del tiempo pasado. Otro retrato de la misma autora es el que muestra a Gonzalo sobre el puente de Mª Cristina. Un cuadro que según sus propias palabras le hubiera gustado tener, pero que no fue posible, como también uno de los trabajos que esta artista donostiarra expuso en su última muestra en la galería, que representaba un túnel excavado en la roca. Bien estaría alguno de los retratos en la colección del futuro museo donostiarra, un espacio que todavía debe definir sus contenidos.


En este homenaje destaca, asimismo, la selección de obras de diferentes artistas que en su día ocuparon el espacio de Galería Dieciséis y donde podemos señalar la presencia entre otros, los más próximos, como Amable Arias, Juan José Aquerreta, Rafa Satrustegui, Rosa Valverde, Adrián Ferreño, Marta Cárdenas, Andrés Nagel, José Llanos, Eduardo Chillida y Jesús Mari Lazcano. Así hasta un total de 30 artistas de la galería.


Otros nombres que destacan del resto de participantes son: Calo Carratalá, Isabel Baquedano, José Miguel Corral, Juan Carlos Savater o Jesús Ibáñez. No están todos los que un día estuvieron en la galería como es la figura, entre otras, de Lucio Muñoz, pero sí una importante representación de los que un tiempo atrás colgaron sus obras en ese espacio que desapareció con la figura de un hombre que dedicó un importante tiempo de su vida a nuestro arte y artistas.


La vida nos enseña que cada día que pasa es un regalo. Por ello, ahora sólo nos queda el recuerdo de su labor y la tristeza de su ausencia, la falta insustituible de ese rincón bajo la escalera, ese espacio donde las charlas con los amigos, las tertulias improvisadas y también los encuentros con importantes personajes de la cultura española, que en ocasiones recalaban en la galería con la intención de saludarle. Todo un akelarre del arte al más alto nivel para un incansable conversador.


Gonzalo tenía su prestigio bien ganado en la galería La Mota, en la que trabajó en Madrid, o su presencia en Arco, sutilmente apartado tras muchos años de asistencia. Se ha perdido su figura andarina por el Paseo de la Concha, camino de su casa en el barrio del Antiguo, donde las obras de Eduardo Chillida le recordaban su amistad y coincidencia con el escultor. Un lugar donde también se recreaba con las puestas de sol que iluminaban la bahía y él fotografiaba. Todo un lapso que se cuela como el viento, como lo hace el arte a través del espacio, de los movimientos y las estructuras sociales señalando estilos y momentos.


Es indudable que el trabajo de Gonzalo en estos años ha marcado el punto artístico de esta ciudad. Este galerista ocupa de forma indiscutible un periodo histórico del arte en Donostia y marca una época.


La exposición es un recuerdo a un tiempo de libertad, de entrega y de profesionalidad que nos dejó como ejemplo Gonzalo Sánchez Martínez, director de la extinta Galería Dieciséis. San Sebastián le debe un reconocimiento al foráneo convertido en donostiarra destacado, que iluminó durante más de dos décadas nuestra imagen y prestigio cultural. El tiempo para hacerlo lo dejamos para los artistas y políticos que sabrán cómo desarrollarlo en un futuro. Al menos eso esperamos.

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