2008/03/08

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  • Pelos
  • Ritual cotidiano, y sin embargo indescifrable, es el de ensañarnos contra los pelos que nos crecen en el cuerpo
  • El País, 2008-03-08 # Laura Restrepo

Una espesa mata de pelo fue lo que más destacó Courbet al pintar su “Origen del mundo”, retador close-up de un sexo femenino expuesto. "¡Pelos, pelos!", les gritaba el público a las encueratrices durante los espectáculos populares de striptease en Ciudad de México, porque era eso lo que quería ver. Algo ha cambiado, sin embargo, y el ser humano, extraña criatura que se niega a sí misma, ahora aborrece lo que aún le queda de ese pelo corporal que en el inicio de los tiempos lo cubría por completo. La atracción sexual parece centrarse en una zona pelviana rasurada, o pubis angelical, que llamara Manuel Puig. ¿Qué se busca con ello? ¿Quieren las mujeres parecerse a las estrellas porno, que tanto han difundido el estilo, o por el contrario, les atrae la idea de mostrarse virginales e infantiles? Mucho teórico derrama tinta al respecto, pero yo le he pedido la opinión más bien a Aurora, una empleada de Conejo's, salón especializado en depilaciones. Ella no se pregunta el porqué, pero en cambio sabe mucho del cómo.


A cada cual le gusta cuidar su aspecto -me explica ella-, yo nunca he visto delito o maldad en eso, es algo natural, viene con la cultura. "La vellosidad es para las bestias, a nadie le gusta andar con una selva entre las piernas" y ahí es donde entro yo a jugar mi papel, ayudándoles con todo el profesionalismo del caso, porque ya tengo 22 años de experiencia. Aunque sólo tres en este local, que se llama Conejo's; la dueña le puso ese nombre porque también así le dicen a la cuca, por peludita, supongo. O también la araña, o la cosita, eso depende.


Lo que es yo, trabajo con todos los requisitos de higiene y de trato comprensivo y cuidadoso. Porque este oficio es algo muy íntimo, figúrese, uno ahí encerrado, entre un cubículo chirriquitico, con una clienta que está en la camilla como Dios la echó al mundo. Claro está que hay clientecitas muy tranquilas, muy educadas, y con esas no tengo bronca, pero hay otras directamente histéricas que te gritan y te mientan la madre cada vez que les haces doler sin culpa. Aquí viene todos los meses una señora supremamente grosera. Cada vez que medio la tocas, suelta unas palabras tan plebes que ninguna de nosotras quiere atenderla, pero como la dueña del negocio nos mata si sabe que nos negamos, lo echamos a cara o cruz, a ver cuál se gana ese tute. Le cuento otro caso. Hace poco me llega una muchacha muy joven, pelirroja ella, y me pide que le haga el trabajo completo, es decir, de cuerpo entero. Desde que la vi me dije a mí misma, Aurora, estás en problemas. ¿Y sabe por qué? Porque los pelirrojos son de piel muy delicada. Póngame cuidado y le cuento. Yo le hice todo con suma delicadeza, ella se fue contenta y yo me quedé tranquila. Cuando al otro día qué escucho, pues una gritería: ahí está la mamá como una fiera, ¡qué me le hicieron a mi hija, le dejaron moretones por todo el cuerpo! La señora esa gritaba que no había derecho, que nos iba a denunciar ante el Ministerio de Salud, que esto y lo otro y el coño de su madre.


Claro que yo trato de comprender a las personas, porque sé que este asunto puede resultar doloroso. Pongamos que la cera esté demasiado caliente y entonces quema. El tirón del lienzo es todo un arte, ¿si?, para no lastimar hay que hacerlo seco y rápido, de abajo para arriba, así, seco y rápido. Pero con la gente muy velluda la vaina se complica y cada tirón puede ser un calvario. Haga de cuenta ir al odontólogo, pero sin anestesia y para colmo por allá abajo.


Aunque la mayoría de las personas resisten bien el tratamiento, algunas se ponen pálidas del dolor, otras tiemblan, otras casi se desmayan. Ahora, que cuando eso pasa hay que suspender la sesión, traerle al cliente una agüita de manzanilla, ponerle conversación un rato, dejar que se vaya tranquilizando, porque no se puede trabajar si hay mucho drama. Hay otras, y otros, que tiemblan pero de frío, porque imagínese, si es trabajo completo tienen que permanecer quietos y desnudos sobre la camilla más o menos una hora, y a veces la temperatura ambiental no es favorable. En ese caso yo les prendo el calentador y espero a que se sientan confortables.


Algunas se avergüenzan, pongamos las que vienen por depilación anal, que es algo muy popular también entre la clientela masculina. Y se comprende, póngase en el lugar de un cliente que tiene que colocarse así agachado, en cuatro patas. Yo le digo una cosa, ahí el manejo psicológico por parte de uno juega un papel clave. Tengo compañeras de trabajo, aquí en Conejo's, que se curan en salud y aclaran desde el principio que ellas lo que es depilación anal, no hacen. No todas se prestan para eso, o hay unas que lo hacen y después protestan y salen diciendo, "huy, esa vieja me hizo quitarle pelos hasta por allá del ju-jummm". Yo si no tengo escrúpulos de esa naturaleza, yo con el cuerpo humano me muevo como pez en el agua.


De todo se ve en este oficio. Hay clientas tan frescas, que hasta se quedan dormidas mientras las depilo. Como quien dice, se ponen en mis manos. Hay otras que se pasan la hora hablando por su celular. A duras penas me saludan al principio, "hola, Aurora, qué tal, vengo a que me hagas piernas y axilas", en fin, lo que sea, y al final se despiden, "gracias, Aurora", o "chao, Auri", según la confianza. No son más las palabras que cruzamos, porque de resto se olvidan de mí y se dedican a charlar con el novio, o así, con las amistades, planeando lo que van a hacer después. Porque una cosa es segura, cada depilada trae plan, sea fiesta, o playa, o cama, porque nadie se depila para quedarse solo entre su casa. O sea, no sé si me entiende, después de cada depilada es fijo que algo pasa, y no es raro que la clienta hable de eso mientras se prepara. Por ejemplo, puede que le charle al novio, "ay, mi amor, estoy quedando toda peladita como te gusta, esta noche nos encontramos". Como le digo, en este oficio uno tiene que escuchar cosas.


La depilación ornamental tiene que ver con cortes, digamos, más sofisticados. "A algunas clientas les gusta decorarse en la zona del pubis con esas rarezas". Hay algunos cortes que ya son standard, como decir el Mister T, o sea, una cresta en medio; o el corazón, que no hace falta que le explique; o por ejemplo uno muy popular que es el diamante. También el chiquitico, y otro menos frecuente, el nerd, que es raya al medio y el vello peinado hacia los dos lados. También está el boleto de metro, y hay algunas, o también algunos, que piden letras, por ejemplo las iniciales del novio, o vaya uno a saber de quién, no siempre confiesan. Cuando quieren un número, casi siempre es por algún aniversario; están cumpliendo seis meses de novias, pongamos por caso, y entonces piden que se les haga un 6 allá abajo. El 6 es problemático, y también la S, por las curvas que llevan. Letras como la F o la H son regaladas, en cambio la R, por ejemplo, es una pesadilla, yo no la recomiendo, una vez que me llegó a Conejo's una clienta que tenía un enamorado que se llamaba R. R., lo recuerdo como si fuera ayer porque pasé soberano aprieto, la primera R me quedó medio chueca y como empecé a ponerme nerviosa, en la segunda me salió un mamarracho, cómo sería aquello que cuando le mostré en el espejo, me dijo que mejor la rapara, que mejor nada que eso.


Va por modas. Ahora muchas quieren que les quiten todo, sobre todo las más jóvenes. Una clienta bien bonita, actriz de televisión bastante conocida, obvio que el nombre no puedo decirlo, siempre me pide que la deje limpia, sin un pelito, porque al marido le gusta verla como una niña de ocho años. Otras se hacen teñir. De rojo, de rubio, así. ¿De negro? ¡No! De negro no, no conozco a nadie que se haga teñir de negro, por el contrario, todo mundo quiere llevar el vello claro, porque para pelambre oscura están los primates.


La tragedia de nosotras, aquí en Conejo's, ha sido el láser. Nosotras no lo aplicamos, no contamos con esa tecnología de punta, nos quedamos en la era de la cera. Y como hoy día todo el mundo exige láser, pues aquí hemos perdido mucha clientela. Tuvimos que trasladar el local de un barrio bueno, de clase alta, a este, más modesto. Y qué le voy a hacer, otro oficio no sé desempeñar, hasta el final de mis días seré lo que se dice una preciosista del depilado a la cera.

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