2008/05/30

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  • Los gays y el mayo del 68
  • Shangay, 2008-05-30 # José Infante · Periodista y escritor

El mayo francés del que ahora se cumplen cuarenta años, en medio de celebraciones, recuerdos, exposiciones y debates –en los que nadie se pone de acuerdo–, fue sobre todo una revolución que cambió las costumbres. De alguna manera, el orden social antiguo, caduco y encorsetado en viejas y obsoletas formas de otros tiempos, se quebró para siempre. La jerarquización del mundo cambió, los valores morales se tambalearon y se esfumaron, como pompas de jabón, prejuicios, reglas y maneras heredados de la sociedad liberal del siglo XIX que las dos guerras mundiales habían acabado por estratificar en forma de ideologías fascistas o comunistas. La división del mundo en dos grandes bloques al final de la segunda gran guerra no hizo más que agudizar la agonía de la sociedad antigua, cuyo diseño seguía vigente, si bien su contenido se había quedado vacío. Por eso la revolución del mayo del 68 fue sobre todo una revolución social que, entre otras cosas, consagró la liberación sexual que ya se había estado gestando desde el principio de la década, dio nuevos aires al feminismo emergente, al pacifismo –que había generado la terrible guerra del Vietnam– y al hippismo. Y, por supuesto, impulsó de manera notable los movimientos de liberación homosexual que estaban enunciados desde los primeros años del siglo XX y que habían sufrido un feroz varapalo con los movimientos fascistas de los años 30, con la atroz represión del nazismo y con la repulsa que el comunismo había manifestado hacia los homosexuales desde sus inicios.


Los primeros movimientos de liberación homosexual nacieron en Alemania y Gran Bretaña a finales del siglo XIX. Existió en Berlín un periódico dirigido a los homosexuales, se hablaba ya de igualdad de derechos y se fundó el Comité Humanitario Científico, que tenía como objeto la emancipación de los homosexuales. Pero todos esos movimientos, y los que se hicieron en los primeros años del siglo XX, fueron movimientos elitistas y –de alguna manera– clasistas, de origen pequeño burgués. El fascismo acabó con sus reivindicaciones de forma violenta. Y solo después de la segunda guerra mundial, en una mayoría de países desarrollados, comenzó la segunda época de estos movimientos, que frente a los prejuicios stalinistas, el silencio cómplice de los socialdemócratas y el olvido de los revolucionarios, comienza a convertirse en un movimiento interclasista, integrado en la lucha obrera y en las reivindicaciones de las desigualdades sociales de todo tipo. Y aunque a lo largo de toda la década de los sesenta las organizaciones y los movimientos van tomando presencia social, lo que verdaderamente le da un espaldarazo, como a tantas otras luchas, es la revolución del mayo francés de 1968.


Tal vez no se ha profundizado lo suficiente en lo que significó la revolución del mayo del 68 francés con relación al desarrollo de los movimientos de liberación homosexual, pero ya en aquellos días violentos y verdaderamente revolucionarios, existió un efímero Comité de acción pederástica revolucionaria, creado en la Universidad de La Sorbona, durante su ocupación. Aquello, sin embargo, fue el origen del primer Front Homosexual d’Action Revolutionaire, fundado en febrero de 1971 por un pequeño grupo de lesbianas y gays en París. Solo a partir de la gran manifestación de mayo del mismo año, el movimiento se extendió a otras provincias.


Ya existía, desde 1969 un movimiento parecido en Gran Bretaña, y fue ese mismo año cuando, el 25 de junio, se produce el acontecimiento que daría espaldarazo universal a los movimientos de liberación homosexual: la revuelta de Stonewall. Durante los dos días que duraron los enfrentamientos de los gays con la policía, en la calle Christopher y en el resto del barrio gay de Nueva York, la conciencia de la lucha de los homosexuales contra toda discriminación social, legal y política prendió definitivamente en la conciencia universal. Pero no cabe duda de que el germen había sido fecundado aquellos días de mayo del 68 en que los eslóganes más revolucionarios y los nuevos conceptos sociales ocuparon calles y plazas y se escribieron en todos los muros, desde Nanterre y su fría arquitectura racionalista hasta las antiguas calles del Barrio Latino.


Por mucho que hoy Sarkozy y los suyos (que son más de los que creemos) intenten minimizar el mayo francés, por mucho que la historia lo haya ido reduciendo a una nueva –a otra– revolución efímera y frustrada (solo hay que echar un vistazo al mundo actual), el mayo del 68 significó un cambio radical en muchos conceptos sociales y, de forma muy especial, en la consideración de la libertad sexual de los individuos.

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