2008/07/10

> Erreportajea: Sexualitatea > EN LA CAMA, LOS TABUES PESAN MAS QUE LOS AÑOS

  • En la cama, los tabúes pesan más que los años
  • Los mayores del siglo XXI disfrutan del sexo más que sus padres. Pero los españoles aún arrastran prejuicios peores que los achaques. Los expertos recomiendan más formación sexual
  • El País, 2008-07-10 # Mónica L. Ferrado

El sexo no tiene edad y los mayores de este siglo disfrutan más que sus padres. La educación franquista en España, sin embargo, convirtió ese territorio en campo minado de bombas y tabúes y por eso los mayores aún tienen dificultades a la hora de disfrutar. Hoy viven su vejez en una sociedad que idolatra la juventud, el placer. ¿Existen prejuicios sobre la sexualidad en los mayores? ¿Han alcanzado su propia revolución sexual?


Muchos mayores se han quitado de encima prejuicios y tabúes y saben que también ellos pueden gozar del sexo. Según los resultados de un estudio realizado por investigadores suecos, que acaba de publicar British Medical Journal (BMJ), los mayores suecos del siglo XXI disfrutan del sexo más que las generaciones pasadas. En este trabajo, realizado por la universidad de Goteburgo, se han comparado las inquietudes sexuales de mujeres y hombres de 70 años durante tres décadas: los setenta, los noventa y el 2000.


Los mayores suecos de hoy hacen más el amor que sus padres y abuelos. El 68% de los hombres casados asegura que mantuvo relaciones en 2001, frente al 52% que las tuvo en los setenta. El número de mujeres casadas que practica el sexo subió al 54%, lejos del 30% de 1970. Además, el 12% de las mujeres solteras entrevistadas aseguraron mantener relaciones, frente a menos del 1% de los setenta. El número de mujeres satisfechas (que consiguen llegar al orgasmo) también ha aumentado.


Según los autores del estudio, se debe a que en los últimos 50 años en las sociedades occidentales se han producido cambios en el modo de entender el sexo. De hecho, el estudio muestra que también empezaron a tener relaciones más jóvenes ¿Es su realidad la misma que la de los españoles? "En los años cincuenta, cuando estos ancianos suecos empezaron a tener relaciones, en los colegios suecos se introdujo la educación sexual como asignatura obligatoria. A finales de los años cincuenta, los condones se empezaron a vender en máquinas expendedoras en la calle", explican los investigadores. Nada que ver con la realidad que los jóvenes, hoy mayores, españoles, que tuvieron que vivir su propia revolución sexual de otra manera y más tarde.


¿Disfrutan hoy los mayores españoles de su sexualidad? No existe ningún estudio como el sueco, pero los expertos coinciden en que, aunque se han despojado de los prejuicios aprendidos y viven sus deseos, todavía queda camino por recorrer. "La generación con la que estamos trabajando tiene una trayectoria vital muy concreta", explica María Martínez, psicóloga de la residencia de ancianos Montesol en L'Eliana, Valencia.


"Su manera de ver el sexo depende de cómo lo han vivido. En nuestra residencia, la mayoría son mujeres viudas y viven la sexualidad con mucho recato, salvo algunas excepciones. Pertenecen a una generación que limita las relaciones al marco del matrimonio, creen que a su edad ya no les toca", añade. Ni tan siquiera las parejas ya formadas que comparten habitación le han pedido nunca hablar sobre cómo afrontar la sexualidad en su vejez. "Y estoy segura de que tienen sus inquietudes y sus problemas, pero no se atreven", añade.


Martínez recuerda a una pareja que se conoció en la residencia y se enamoró. Ellos mismos decidieron formalizar su relación y compartir habitación. Antes, debían decírselo a sus hijos, pero les daba una vergüenza terrible. Martínez tuvo que interceder. Uno de los comentarios de los hijos fue: "Pero si pueden ser amigos sin compartir habitación". No podían imaginar que, aunque tuvieran una edad muy avanzada, ser pareja implica algo más que compartir el tiempo libre.


Que les cueste hablar abiertamente no significa que el deseo no exista. "La fisiología del placer es algo que nos viene dado y que persiste en la vejez. Pero la sexualidad sólo funciona si no la interferimos con miedos, con falsas creencias, con hostilidad e incomunicación", explica Félix López Sánchez, catedrático de Psicología de la Sexualidad de la Universidad de Salamanca. "Hasta ahora, la sexualidad en la vejez se ha marginado, se ha visto como algo anómalo. Nos hemos ocupado de sus características biofísicas, como las disfunciones en la erección o la sequedad vaginal, pero no nos hemos ocupado de comprender el deseo. Debería haber programas de sexualidad dirigidos a la tercera edad", explica Berta Hidalgo, médico de familia del área 4 de Madrid.


Se habla de sexo en la adolescencia, en la juventud y en la madurez ¿Y en la vejez? "Como si no existiese", afirma Hidalgo. Si bien la vejez conlleva una serie de achaques, los expertos españoles consultados coinciden en que el principal obstáculo para gozar no está en la fisiología, sino en el tabú y las falsas creencias. "Tener miedos, arrastrar problemas de pareja o no considerar el cuerpo como deseable disminuyen el deseo. Hay que potenciar que la vejez también tiene su belleza", explica Miguel Ángel Cueto, sexólogo del Centro Psicológico de Terapia de Conducta de León


Es el caso de Josefina (nombre ficticio), que tiene 73 años. El año pasado, cuando llevaba ya 20 años viuda, empezó una relación con un hombre que había sido su primer novio. La vida le ofrecía un regalo, pero era incapaz de disfrutarlo. Empezó a sufrir ansiedad. Por un lado, sus condicionamientos morales le hacían sentir culpable. Por otro, empezó a preocuparse por que a su edad temía no satisfacer las necesidades sexuales de su amado.


Los profesionales de la salud "debemos trabajar para apoyarlos y que en la medida de lo posible mantengan su actividad sexual y amorosa", afirma López Sánchez. Una educación sexual dirigida a la vejez supone desmontar los prejuicios heredados y tratar con naturalidad los problemas fisiológicos y su tratamiento. También aprender que no hay que malinterpretar situaciones, como pensar que la pareja ha perdido el interés porque tarda más en excitarse. "La respuesta sexual, tanto de hombres como de mujeres, es más lenta y necesita más estímulos", explica López Sánchez. Se debe trabajar la autoestima y comprender que la vejez, la experiencia, también es belleza y que, por lo tanto, otras personas pueden desear su cuerpo.


Con la edad, se puede continuar disfrutando del coito, pero el sexo adquiere un sentido más amplio. El tacto y la fantasía cobran mayor importancia. Se trata de un sexo sin prisas, de trabajar el deseo con caricias, tomarse el tiempo necesario para lograr la excitación tanto en la mujer como en el hombre. De trabajar las emociones. "Ojalá se tuviese ese sentido sobre el sexo desde la juventud porque la visión del sexo coital es un error para todos", explica López Sánchez. La respuesta sexual de las personas mayores responde peor a los estímulos visuales y auditivos, y depende más del tacto. Tenemos dos metros cuadrados de piel, y no sólo un órgano genital masculino o femenino. Además tenemos unos brazos y unas manos muy dotados para la caricia y el abrazo, que no acaban en pezuñas como en tantos mamíferos, sino que acaban en dedos que acarician y en una cosa que tiene un nombre muy bonito: las yemas de los dedos", explica López Sánchez.


"Cuando aparecen los cambios físicos no hay que tener reparos en ir al médico porque tienen solución", afirma Hidalgo. Algunos mayores todavía sienten vergüenza a la hora de explicar sus problemas sexuales. En el varón, enfermedades frecuentes como la hipertensión arterial, la diabetes y los problemas coronarios condicionan la erección, aunque con tratamiento psicológico y farmacológico se supera, explica Cueto. En el estudio sueco, se ha podido ver que el número de varones septuagenarios con problemas de erección ha descendido notablemente, algo que los investigadores atribuyen a la utilización de medicamentos como el viagra. El problema más común es la eyaculación precoz.


"En la mujer, el principal problema acostumbra a ser la disminución del deseo, que tiene que ver con cambios hormonales. La terapia hormonal con parches puede mejorar la respuesta. También la dispeuremia, el dolor durante el coito por falta de lubricación, que puede solucionarse con cremas", añade Cueto.


Despojarse de los prejuicios también ayuda a no tener pudor a la hora de explorar nuevas posturas que resulten más cómodas y más relajadas para el coito. También es cierto que a medida que avanza la edad, el número de coitos puede disminuir, pero se complementan abriendo otras vías para obtener placer de otras maneras. "Efectivamente, las personas mayores coitan menos y en los orgasmos tienen menos contracciones, es decir, que el orgasmo fisiológico es menos fuerte, pero desde el punto de vista subjetivo lo disfrutan incluso más que antes, lo viven de una forma más placentera", añade.


El entorno también puede contribuir a la apatía sexual e incluso obstaculizar la aparición de una nueva pareja. "La resistencia de la familia es muy importante. Hay hijos que se han liberado en su vida personal pero, sin darse cuenta, esperan de los padres que sean tradicionales o no saben cómo afrontar la situación si tienen nuevas relaciones. Sus padres vivían el sexo en el secreto de su alcoba y nunca les hablaban de sexualidad, por lo que ahora les están devolviendo la pelota", afirma López Sánchez. "Luego están los condicionantes económicos. Los hijos pueden ver a la nueva pareja como una amenaza y no entienden que su padre o su madre tenga una vida propia", añade Hidalgo.


La actividad sexual en las personas mayores también beneficia su salud. Los médicos deberían prescribirlo como una medicina más. "Los buenos ratos favorecen el bienestar general. El cerebro libera una serie de sustancias químicas que propician ese bienestar. El orgasmo también es bueno para el sistema cardiaco, para el sistema respiratorio, para el sistema nervioso. Tener relaciones es un buen ejercicio que tonifica la musculatura", explica López Sánchez. "Pero es que, además, la intimidad corporal que supone estar con otra persona, acompañado, ayuda a superar la soledad, el auténtico mal para la tercera edad", concluye.

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