2008/08/12

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  • Tempestad sobre Canterbury
  • Heraldo de Soria, 2008-08-12 # Félix Jiménez Tutor

El mundo de las religiones es tan plural y cacofónico como el de la política.


Los feligreses católicos hablan de los curas. Peseteros es el adjetivo más repetido y más falso. Los españoles no han sabido nunca lo sacrificado que es mantener su Iglesia. Los curas hablan de los curas y del obispo. Los obispos, últimamente, hablan de la Cope.


Las religiones monoteístas han hablado tanto sobre el sexo y contra el sexo que la vieja tempestad sobre Sodoma y Gomorra es un horizonte permanente.


La Iglesia católica va de perdón en perdón por los pecados secretos de su clero.


La Comunión Anglicana, presidida por el arzobispo de Canterbury, su líder espiritual que no es infalible, que no tiene el poder de atar y desatar, que no puede acallar a los disidentes y que no puede excomulgar a nadie, vive una tempestad que, hasta ahora, sólo ha parido viento, sonido y furia.

La Iglesia Anglicana es hija de la lujuria de Enrique VIII. El "Defensor de la Fe", excomulgado en 1529, organizó una iglesia católica sin Papa y bajo la autoridad de la corona. En la actualidad, el primer ministro presenta el candidato a la sede de Canterbury a la reina, cabeza visible de la comunión anglicana, y ésta lo confirma.


El imperio inglés como el español dejó por el ancho mundo una lengua, unas costumbres y también una religión.


Ochenta millones de personas organizadas en 38 iglesias nacionales y autónomas en su funcionamiento espiritual y administrativo forman esta comunión.


Cada diez años el arzobispo reúne en la Lambeth Conference a todos los obispos del mundo.


Este año, la tempestad ideológica, homosexuales consagrados obispos, mujeres ordenadas curas y obispos y la bendición en la iglesia de las parejas gays, ha alejado a 200 obispos de la sede primada.


En el principio fue Londres versus Roma.


Hoy, es el sur frente al norte, pobres frente a ricos, conservadores frente a progresistas.


La teología "Queer", negación del género masculino y femenino frente a la teología del hombre y la mujer.


Una iglesia que florece, el sur, frente a una iglesia que muere, el norte.


Una iglesia, el sur, que se avergüenza del obispo homosexual practicante y de la interpretación de la Escritura "y vio que todo era bueno" para eliminar todas las barreras y todos los pecados.


El arzobispo, Rowan Williams, durante estos días de oración y diálogo, ha querido ofrecer una imagen de unidad en medio de la incubada tempestad, pero las diferencias irreconciliables estallaron cuando el arzobispo de Sudán pidió la dimisión y expulsión del obispo, más que pecador, cismático. Éste, el obispo Robinson, el único no invitado al cónclave, se paseaba como estrella rutilante por el Reino Unido dando conferencias y celebrando misas para sus admiradores.


Divisiones profundas y necesarias, no sobre el misterio de la Trinidad, sino sobre algo tan tangible, humano y necesario como el misterio de la sexualidad.


Ya en casa, cada obispo, Papa en su diócesis, seguirá sus criterios sin más limitaciones que las de su tempestuosa imaginación teológica.

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