2008/10/27

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  • Una sociedad ajena al debate político...
  • Todas las encuestas reflejan la misma tendencia: la brecha entre la clase política y los ciudadanos vascos es cada vez mayor. La apatía aumenta debido al elitismo de unos y el creciente individualismo de otros
  • Noticias de Gipuzkoa, 2008-10-27

La falta de interés de la sociedad por la política más cercana crece por momentos. La última prueba, el estudio de Gizaker sobre Gipuzkoa que constata que a los ciudadanos de este territorio les es más familiar el nombre del candidato demócrata para las elecciones a la presidencia de EEUU, Barack Obama, que el propio diputado general, Markel Olano. Los datos sobre la conexión de la ciudadanía con la política son igualmente desoladores: un 72% asegura no confiar en la política, un porcentaje similar se declara políticamente inactivo, cuatro de cada diez consultados dice no sentir afinidad por ninguna sigla y un 56% no cree que a los políticos les interese lo que piensan los ciudadanos.


Las conclusiones de este informe corroboran tendencias ya apuntadas por el Euskobarómetro de la UPV o el Sociómetro del Gobierno Vasco. El divorcio entre la clase política y la sociedad es un hecho y contribuye a ahondar en la actitud cada vez más elitista de los primeros y el individualismo de los segundos, a decir de especialistas consultados por este periódico.


Para José Ángel Cuerda, ex alcalde de Vitoria y estrecho observador de la sociedad vasca, el problema radica en la falta de herramientas para fomentar la participación ciudadana y el escaso interés de los partidos mayoritarios por habilitarlas, cómodos como están en su papel de "colectivos puramente electorales, cuyo único objetivo es conquistar el poder". Citando al escritor Carlos Monsiváis, Cuerda asegura que "el gran problema de nuestras democracia es que el pueblo se ha convertido en público, en simples espectadores", y las escasas herramientas de participación ciudadana que hay se quedan "en la epidermis".


"Los ciudadanos dejan de ser protagonistas de la sociedad en la que viven para ser consumidores o usuarios de productos que les son dados. La sociedad vive anestesiada, en gran parte por el efecto noqueador de los medios de comunicación, que se han convertido en armas de cretinización masiva. Es más cómodo acudir a un estadio o sentarse frente al televisor que intervenir en la vida pública. Pero eso no es una democracia sana", lamenta.


La efervescencia colectiva de hace 30 años se ha extinguido. Las cobertura de las necesidades materiales se impone a la persecución de ideales. Las utopías han muerto. Para invertir esta tendencia, Cuerda cree fundamental impulsar un plan estratégico en el ámbito educativo, la clave para "formar ciudadanos responsables y que se sientan partícipes de las decisiones de la comunidad".


"No sé si la educación actual será la causa del abstencionismo, pero sí estoy convencido de que en ella está la solución para acabar con él y para devolver a la democracia su eficacia y viveza y tener una sociedad más justa e igualitaria", manifiesta. Cree que en Euskadi todos los partidos tienen pendiente esta reflexión interna, especialmente los nacionalistas. "Necesitan un examen a conciencia, riguroso y si hace falta cruel consigo mismos", sostiene.


Pedro Ibarra, catedrático de Ciencia Política de la UPV, reparte la responsabilidad por la apatía generalizada a partes iguales entre los políticos y la ciudadanía. Considera un error que los partidos se hayan convertido "en un fin en sí mismos, en lugar de medios para llevar al poder las demandas de la sociedad", pero no exime de culpa a la sociedad, que no cuestiona el sistema ni mucho menos se organiza para promover cambios o participar en política, algo que ha podido constatar como líder del equipo de investigación y formación en democracia participativa Parte Hartuz.


"No nos engañemos. El sistema de democracia representativa que tenemos está montado para que no exista ese interés por cambiar las cosas, para que la gente no se implique. No está concebido para que la ciudadanía se movilice y participe por un interés común. Para eso tendríamos que tener una democracia participativa. Pero aquí la gente se conforma con votar cada cuatro años y dejar la gestión de la vida pública en manos de los representantes que resulten elegidos", resume.


Aunque cree que no hay tanto desencanto por la política como parece, Ibarra constata una pérdida de la conciencia reivindicativa y de la capacidad de movilización, más agudizada en el caso vasco. "La sociedad sigue queriendo que se solucione el conflicto, pero ya no sale tanto a la calle para expresarlo porque está cansada de hacerlo, después de tantos intentos frustrados. La violencia se ha convertido casi en un elemento más del paisaje", opina.


Para el físico Pedro Miguel Etxenike, "en una sociedad que no respeta a la clase que ha elegido para articular y organizar su convivencia está fallando en algo". El ex consejero vasco de Educación considera necesario hacer purgas que aparten de la política a todas aquellas personas que contribuyen a su desprestigio, para que la "dedicación ejemplar" del resto no se vea empañada.


"Es bueno que la política sea una actividad de ida y vuelta. Si el máximo interés de un político es seguir pegado al cargo, el servicio que haga a la sociedad se verá desvirtuado", opina Etxenike, quien está convencido de que una clave para implicar a la ciudadanía en la vida pública es promover nuevas herramientas de participación y abrir las candidaturas electorales de los partidos a personas de todo tipo de perfiles profesionales. "Es positivo que en la gestión pública haya gente de todas las profesiones y con diferentes puntos de vista, no solo abogados y economistas", expone el ex portavoz del Gobierno Vasco.

  • ...una juventud sin conciencia colectiva

La 'partitocracia' parece ser la gran barrera para que los jóvenes se decidan a participar en política. Las nuevas generaciones ven a los partidos como estructuras endogámicas y ajenas a sus intereses. Les falta también constancia para participar en otros movimientos


Si en algún colectivo se muestra en todo su esplendor el desinterés por la política entendida como cercanía a una determinada sigla o implicación en la vida pública, es entre las capas más jóvenes de la sociedad vasca. Aunque las organizaciones no gubernamentales más rompedoras y los movimientos contra la especulación inmobiliaria o las grandes infraestructuras se nutren en buena medida de este colectivo, la repercusión que generan es muy reducida y percibida como gestos poco más que anecdóticos. De ahí a la impotencia y a que cunda la apatía hay sólo un paso.


Ludger Mees, vicerrector de Euskera de la UPV, cree que llegar a la conclusión de que los jóvenes no se comprometen políticamente porque están entregados al hedonismo y al consumismo es una "interpretación reduccionista" de lo que ocurre. "Más bien lo que pasa es que ven todos los días que el poder fluye por cauces distintos a la política, lo que les genera sensación de impotencia. Piensan, ¿para qué intervenir en política si no sirve para nada?", aclara Mees.


Opina, en todo caso, que la tendencia al individualismo y la pérdida de la conciencia colectiva es general, no sólo atribuible a las nuevas generaciones. "Todos somos parte de una sociedad posmoderna donde se ha producido un derrumbamiento de las grandes utopías y una erosión de los sistemas tradicionales de socialización, como la familia, la iglesia, la clase social...", reflexiona. Según Mees, impera una "darwinismo globalizado" basado en la filosofía del "sálvese quien pueda", que conduce a cada individuo a diseñar su propio "cóctel de valores".


Los jóvenes vascos cogen además el testigo de unas generaciones que han sido víctimas de la "sobredosis política" que se generó en la Transición. Huyen de la "carga dramática" que tiene la política en Euskadi y de la "sobreactuación" de sus máximos dirigentes. "Debido al impacto del terrorismo, en el País Vasco se produce la escenificación de una serie de posturas extremistas. Los partidos trasmiten que o estás con ellos o contra ellos, a lo que se suma un concepto reduccionista de la política basado en cuestiones identitarias, cuando la política es mucho más", resume el catedrático, convencido que el problema de la juventud no radica tanto en su desconfianza de la política como en sus recelos hacia "los políticos y los partidos".


No obstante, Mees cree que la brecha entre la sociedad y los gestores de la vida pública no es tan profunda como parece, si bien advierte riesgos que pueden contribuir a ahondarla. Así, es categórico al mostrar su rechazo a la profesionalización de la clase política, a la existencia de dirigentes que saltan de institución en institución sin haber tenido experiencias previas en otros ámbitos. "Habría que prohibirlo. Me da horror la idea de ser gobernado por políticos que no conocen otra cosa que su propio mundillo", sostiene.


Gorka Andraka, periodista especializado en movimientos sociales, asegura que su experiencia le ha llevado a ver cómo las manifestaciones y la organizaciones no gubernamentales que tanta pujanza tuvieron hace unos años se han ido vaciando de jóvenes o sólo cuentan con ellos de modo intermitente. Lamenta además el poder que tienen las grandes estructuras -"Bancos, instituciones, empresas...", enumera- para fagocitar cualquier movimiento alternativo o antisistema.


"En cuanto un movimiento antisistema comienza a dar frutos, alguna estructura de poder lo absorbe y lo anula o hace que pierda su carga crítica. Tarde o temprano, a cualquier ONG le llega la caja de ahorros o la institución de turno a ofrecerle fondos que le permiten hacer más proyectos o tener más personal, y entonces debe optar entre conservar la independencia o rebajar el nivel de crítica. La apuesta por la transformación se acaba diluyendo. Ha pasado con la lucha antiglobalización, con la apuesta por los transgénicos, el comercio justo...", cita.


¿El origen de todos los males que afectan a la política y la alejan de la sociedad, según Andraka? Los partidos. "No creo para nada en los partidos políticos. Desmovilizan conscientemente a la gente para que no intervenga en política, hacen y deshacen a su antojo y lo legitiman todo haciendo elecciones cada cuatro años. Se han montado muy bien el negocio.", manifiesta.


Los mismos recelos hacia la clase política gobernante muestra Fabio González, coordinador Iratzarri, las juventudes de Aralar. "La clase política no debería existir como tal. Todos podemos y debemos ser políticos, eso es lo sano. Pero se ha impuesto un modo de hacer política basado en el pasillismo, en el altostanding y el beneficio a unos pocos en detrimento de la mayoría", apunta González, que con solo 23 años lleva casi tres involucrado en Iratzarri y antes ya estuvo vinculado al movimiento de gays y lesbianas EHGAM.


Reconoce que hay quien le ve como un bicho raro por su implicación en la política, aunque también se siente como un "referente" en su entorno, una muestra de que es posible hacer algo a través de la política sin sucumbir a las corbatas y los discursos "vacíos".


Percibe una clara oportunidad de cambio si los jóvenes traspasan la barrera e imponen un nuevo modo de participar en la vida pública. "La gente se mueve, se ve en los gaztetxes y en los movimientos políticos juveniles, pero es verdad que falta más compromiso. Todos debemos participar más y no dejar nuestras vidas en manos de una elite", asegura.

  • Nota de EHGAM-DOK: En el original nuestra organización figura como Egham. Además, Fabio González sigue vinculado al colectivo, organizando GaztEhgam.

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